jueves, 4 de marzo de 2010

Alfareros desde los romanos

Además de ser la única familia que conserva la tradición en una parroquia en la que casi todos los vecinos trabajaban el barro, supo evolucionar en usos y formas.

Benigno Lázare. La Voz de Galicia.

14/2/2010

En la casa de los Lombao de Bonxe (Outeiro de Rei) no hay constancia de quien empezó a elaborar cacharros de barro. El abuelo Domingo ya los hacía y a su vez tampoco sabía quien había comenzado la tradición. Indalecio la mantuvo hasta que la edad le obligó a dejarla, pero para entonces su hija ya era una experta, que combinaba el aprendizaje casero con la formación en la rama de Cerámica de la Escola de Arte de Lugo. A falta de datos sobre los orígenes del oficio en la familia, hay que recurrir a las evidencias y una es que el documento más antiguo que se conserva sobre la alfarería de Bonxe es de 1850, pero en la capital lucense hay abundantes restos arqueológicos romanos con unas características que comparte Bonxe, como la forma de los hornos.

A Indalecio y a su hija les correspondió atravesar la etapa en la que el barro dejó de ser el material básico de los útiles de uso diario. A principios de los años 60 el plástico entró con fuerza y precios bajos en las cocinas de todas las casas e Indalecio decidió dejar de elaborar sus piezas de barro. Se recicló y montó una explotación ganadera que acaparó todos sus desvelos durante 14 años.

Pero fue entonces cuando su edad de jubilación coincidió con el resurgir de la alfarería, más como piezas de colección y adorno que para un uso tradicional. Aprovechando su tiempo libre y su buena forma física volvió a modelar y cocer barro, pero ya compró un horno eléctrico en lugar del tradicional de leña.

Ahora su hija Pepa tiene uno de gas, que mete la llama entre las piezas y les da una tonalidad más parecida a la de los hornos de leña. Ella también dispone de unas modernas instalaciones y lleva a cabo un continuo proceso de adaptación a la demanda, eliminando algunas piezas e introduciendo otras. Tiene claro que ya nadie pide desnatadoras de leche, pero vende muchos botes para ajos, lámparas o juegos de chupitos. Su empeño es que la cerámica no pierda la característica de utilidad que siempre tuvo, y su meta, congeniar tradición y modernidad. Pepa Lombao es consciente de que tanto las piezas de uso común como las destinadas exclusivamente a adorno o colección, son artículos de un cierto lujo por su condición de hechas a mano y únicas.
Sigue innovando y preocupándose por el sector aun consciente de que puede ser la que ponga fin a una tradición porque su hija sigue otro rumbo, de momento.